El deporte es cultura - La cultura del deporte

Por Natalia Freire

La Deporteca

Un Templo para la Rítmica


Teatro Mariinski de San Petersburgo


 
¿Se imaginan una Gala de Gimnasia Rítmica en el Teatro Real o en el Gran Teatro del Liceu? Pues eso es exactamente lo que ha ocurrido este fin de semana en el Teatro Mariinski de San Petersburgo (Rusia). El motivo por el cual un templo de la Lírica y el Ballet se ha convertido en escenario de una Gala de Gimnasia Rítmica es el 80 Aniversario de este deporte. Y una española, Carolina Rodríguez, estuvo allí dejando el pabellón español en todo lo alto.
 
Rusia, lugar de nacimiento de la Gimnasia Rítmica, en el que las gimnastas están consideradas como tesoros nacionales, tenía que organizar una fiesta para celebrar con orgullo el nacimiento de la Rítmica hace 80 años y cómo con el paso de los años este deporte se ha convertido en un regalo para el Movimiento Olímpico.
 
Teatro Mariinski de San Petersburgo La fecha elegida fue el 15 de Febrero de 2015 y el lugar, el Teatro Mariinski, una joya arquitectónica construida entre 1859 y 1860 por el arquitecto Alberto Cavos para que albergara tanto el Ballet Imperial como la Ópera Imperial. Su escenario ha sido pisado por cantantes como Fiodor Chaliapin y Leonid Sóbinov y por grandes nombres de la Danza como Anna Pávlova, Rudolf Nuréyev y Mijaíl Barýshnikov entre otros muchos.
 
Los encargados de organizar el espectáculo fueron los mismos que realizaron las sensacionales Ceremonias de Inauguración y Clausura de los Juegos Olímpicos de Sochi en 2014. Una vez más, no han escatimado en medios, dinero (han invertido cerca de 3 millones de euros) ni esfuerzos para que esta conmemoración estuviera a la altura de un deporte que, además de ser durísimo, es el más hermoso que existe.
 
Para que todo fuera completo invitaron a dos estrellas de la música para que actuaran en la Gala: Valery Gergiev uno de los grandes músicos de la actualidad y la extraordinaria soprano, Maria Guleghina, que interpretó el aria Casta Diva de la ópera Norma de Vincenzo Bellini y que es una de las cumbres del bel canto romántico y de las más difíciles de interpretar de todo el repertorio lírico.
 
La madera del Mariinski se transformó en un tapiz rodeado de una escenografía que convertía sus límites en un gran prado sobre el cual se iban proyectando diferentes imágenes que transformaban el escenario en múltiples escenografías por las cuales fueron actuando diversos conjuntos y ballets.
 
Un Templo para la Rítmica Todo el espectáculo estuvo supervisado al mínimo detalle por Irina Alexksandrovna Viner-Usmanova, más conocida como Tita Viner. Esta mujer tiene nueve medallas olímpicas, setenta títulos mundiales e innumerables medallas de Plata y Bronce en mundiales y europeos, aunque es posible que sus mayores méritos los esté consiguiendo como entrenadora porque todas sus pupilas están en la élite y gracias a este trabajo es la mujer más respetada y poderosa en el mundo de la Rítmica. Por eso no es de extrañar que apareciera en el escenario rodeada de sus gimnastas en medio de una ovación cerrada de todo el público del teatro y adornando su pelo con una tiara de brillantes como queriendo decir: soy la Reina de la Rítmica y todos debéis adorarme.
 
La verdad es que los que amamos este deporte ya sabemos que es la Reina y la adoramos aunque no nos hubiese importado que hubiese llevado uno de esos estupendos sombreritos que suele lucir en las competiciones. Por ejemplo, uno con adornos florales para ir en armonía con la escenografía. A la Viner le consentimos todo.
 
Pero más allá de la crítica del estilismo, ella es la verdadera responsable de que la Rítmica tuviera el homenaje que se merece y de que todo saliera perfecto. Desde las actuaciones de los conjuntos, pasando por la presencia de grandes nombres de la historia de la Rítmica como Alina Kabaeva, Evgenia Kanaeva y Yulia Barsukova y de las mejores de la actualidad como Yana Kudryavtseva, hasta la participación de gimnastas de todo el mundo como la francesa Kseniya Moustafaeva, la georgiana Salome Pazhava, la griega Varvara Filiou, la israelí Neta Rivkin, la coreana Son Yeon Jae y, por supuesto, nuestra Carol.
 
Un Templo para la Rítmica La presencia de la leonesa Carolina Rodríguez en este acontecimiento histórico es todo un premio a su trayectoria y a los resultados obtenidos en sus últimas participaciones en competiciones oficiales en las que, a pesar de lesiones, dificultades económicas y piedras en el camino, sigue manteniéndose entre las diez mejores gimnastas del mundo y peleando por llegar a los Juegos de Río 2016.
 
Que Carolina Rodríguez se había ganado el honor de representar a España era un hecho pero lo que nadie esperaba, posiblemente ni la propia Carolina, era que Tita Viner supervisara personalmente la actuación que ella iba a realizar durante la gala y que le dedicara palabras de admiración, e incluso, que le pidiera que enseñara a su pupila, Rita Mamun, a mover las manos con el arte con el que las mueve nuestra Carol, que es leonesa pero vamos, que parece que haya nacido en Triana y lleve el arte andaluz en sus venas. Y es que las rusas son extraordinarias técnicamente pero de arte, lo que se dice arte, están a años luz de las nuestras, sobre todo, de Carolina Rodríguez.
 
Su experiencia estos días ha sido muy positiva porque a pesar de haber actuado tan sólo unos 40 segundos durante la Gala, ha pasado allí una semana preparando su actuación, compartiendo momentos con las que son sus rivales en el tapiz pero que también son compañeras e incluso amigas y, especialmente, ha podido disfrutar de la Rítmica en un lugar donde se admira, valora y respeta este deporte como en España se valora, por ejemplo, el fútbol.
 
La actuación de Carolina fue con el Aro mientras sonaban los acordes del Bolero de Ravel y en el tapiz se proyectaba la imagen de la bandera de España. Durante algo más de 40 segundos el escenario del Mariinski se llenó de arte español. Sus manos se movieron más bellas y expresivas que nunca, (esperamos que Mamun tomara nota). La gracia de Carolina Rodríguez despertó el interés de los espectadores más ilustres que observaban desde sus palcos puesto que los pocos segundos de los que dispuso sobre el tapiz fueron suficientes para mostrar el duende que vive en ella. Y en su rostro se podía ver la satisfacción de saberse parte de la Historia de la Rítmica y protagonista de una noche inolvidable.
 

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